La arquitectura civil medieval adoleció inicialmente de la pérdida de importancia de la ciudad como consecuencia de la crisis urbana del bajo imperio romano, que implicó la pérdida de funciones de edificios públicos (teatros, anfiteatros, circos, termas, etc.), en beneficio de los religiosos. La ruralización implicó un mayor desarrollo de las villa, pero en la Alta Edad Media las residencias nobiliarias no se destacaron por sus características de arquitectura civil, sino por la necesidad de defensa, identificándose con los castillos. Únicamente algunos emperadores y reyes impulsaron programas constructivos en su corte (el Aula regia de los palacios carolingios (especialmente el de Carlomagno en Aquisgrán), los otonianos o el de Ramiro de Asturias.
En Oriente, Al-Ándalus y la ribera sur del Mediterráneo, la ciudad musulmana conformó un urbanismo característico, en el que, junto a la defensiva y religiosa, tuvo una marcada presencia la función comercial (zoco, bazar, caravasar, alhóndiga). El urbanismo español hereda ciertas características de él (soportales, plaza del arrabal). En los momentos y lugares en que se establecía un poder político fuerte, se levantaron palacios de legendaria suntuosidad (Palacio de los Abassíes de Bagdad Medina Azahara en la Córdoba del siglo X, Alhambra en la Granada de los siglos XIV-XV).
En Oriente, Al-Ándalus y la ribera sur del Mediterráneo, la ciudad musulmana conformó un urbanismo característico, en el que, junto a la defensiva y religiosa, tuvo una marcada presencia la función comercial (zoco, bazar, caravasar, alhóndiga). El urbanismo español hereda ciertas características de él (soportales, plaza del arrabal). En los momentos y lugares en que se establecía un poder político fuerte, se levantaron palacios de legendaria suntuosidad (Palacio de los Abassíes de Bagdad Medina Azahara en la Córdoba del siglo X, Alhambra en la Granada de los siglos XIV-XV).